Jorge Castro Reyes
Lic. en Artes Plásticas y Visuales. Playa Pascual (San José).
Artista visual uruguaya
Con este artículo acerca de Hilda López damos continuidad a la presentación de artistas visuales uruguayos.
En los primeros años de la década de los veinte del siglo pasado, con muchas heridas aún por cerrar, el mundo occidental intentaba recuperarse de la Primera Guerra Mundial.
Para algunos, la década de los años locos; para otros, los años felices; para la mayoría, seguramente, tiempo de recuperarse y de empezar a construir nuevos caminos.
Fueron años en los que el arte comenzó a repensarse, a moverse de los viejos lugares establecidos, y los artistas impondrían nuevos puntos de vista y experiencias de vanguardia que se distanciaban cada vez más de la “vieja academia”.
La libertad creativa y la libertad de expresión fueron el punto de partida. Algunos de los impulsos de aquellos tiempos de avanzada buscaron poner en valor una estética de lo “feo y lo grotesco”, no imitar a la naturaleza y, por momentos, vincular lo artístico a lo cotidiano, buscar y proponer arte en todas partes, ubicarse como artista que propone e intenta dar lugar a nuevas realidades.
A un costado de ese empinado camino, el 27 de setiembre de 1922 nació en Montevideo Hilda López. Este acontecimiento muy esperado por sus padres por lo que significaba la llegada de una hija para la familia, fue especialmente significativo ya que días después se mudarían al pueblo de Solís de Mataojo, donde Hilda viviría su niñez. Solís era por aquel entonces lugar de reunión y parada estratégica de carretas y diligencias, punto de trasiego y encuentro cercano a la capital. En ese mismo año se inauguraría la primera línea de ómnibus de pasajeros de la empresa Banderita que en su recorrido Minas-Montevideo haría escala en el pueblo. Este avance trajo buenos augurios para aquella comunidad que, como muchas del país, construía esperanzas de progresar. Hilda pasó su niñez entre el hotel
que regentaba su familia y la escuela Nº 5 “Eduardo Fabini”, ubicada en la calle José Pedro Varela, inmejorable locación para una escuela pública uruguaya.
Desde muy joven se interesó por las diferentes oportunidades de expresión, comunicación e investigación que le ofrecían algunas disciplinas artísticas. Esta inclinación la motivó para visitar diversas muestras y exposiciones, que se desarrollaban en los alrededores y principalmente en la capital. En una de esas ocasiones visitó la exposición de Carlos Federico Sáez, experiencia en la que la fuerza del trazo y la pincelada del artista le mostraron un posible camino expresivo a recorrer.
En 1941, con muy poco aliento familiar, resolvió inscribirse en la Escuela de Artes Plásticas de la Enseñanza Industrial. Además de compartir tiempo y experiencias con jóvenes de similares intereses, allí conoció maestros como Manuel Rosé y Guillermo Rodríguez quienes desde entonces se convertirían en impulsores de un proceso estético creativo que nunca se detendría.
A los veintiséis años se casó con Alberto Angenscheidt con quien tendría dos hijos, Eduardo y Virginia.
Más adelante, ya dedicada totalmente al arte, asistió primeramente al taller de Vicente Martín, y posteriormente trabajó con Lino Dinetto. Esta actividad le permitiría vincularse con los artistas visuales uruguayos de la época y construir sus propios espacios. Luego llegaron los viajes, las bienales, el contacto con artistas del mundo, todos procesos que fueron sumando herramientas y seguridad a su comunicación. Comunicar fue su prioridad, comunicar a través de la imagen, a través del arte.
Retrato de Juan Zaffaroni, 1977.
Fuente: https://mnav.gub.uy/cms.php?a=631
La gestualidad, la línea, la mancha, el monocromatismo, la gran escala, la composición en espacios diversos, lo vacío, el fondo y la figura, son herramientas técnicas que utilizó a lo largo de su producción para crear, denunciar y muchas veces hacer visible aquello que el terror de turno intentaba ocultar.
En sus obras encontraremos telas muy grandes intervenidas con brochas y pintura en planograf. En otras etapas de su proceso debió dejar la gran escala y trabajó en papeles de pequeños formatos utilizando tintas y plumín. El gesto marcado de una pincelada libre, la forma que lucha con el fondo, el color negro que atraviesa los espacios, el contraste, lo lleno y lo vacío, fueron el universo de acción para Hilda.
Siempre propuso y construyó espacios entre el límite de lo abstracto y lo figurativo, experiencias visuales que expresan estados humanos, respuestas a diferentes realidades, su realidad y la de su contemporánea comunidad.
La dictadura cívico-militar de la década de los setenta, el exilio, sus compañeras y compañeros desaparecidos, la tristeza, la lucha siempre por la libertad, serían marcas y formas en todas sus propuestas de la última etapa.
Sus expresivos retratos y autorretratos muestran claramente su búsqueda por plasmar algo mucho más allá de lo que se ve. Tal vez su propuesta siempre fue esa, mostrar algo más y de otra manera. La artista realizó una de sus últimas muestras en Montevideo en el año
1991. La denominó “Rostros-Rastros-Restos”, refería a los rostros de víctimas infantiles y los victimarios; allí dejaba clara la idea y su forma de representarla.
Como desenlace de una larga enfermedad que la fue limitando físicamente, falleció el 2 de junio de 1991.
Fue mujer, madre, docente, militante, artista. Y por sobre todo, y con toda la fuerza posible, fue Hilda.
Si pensamos en la escuela
Comparto estas palabras clave: retrato, autorretrato, mancha, fondo y figura, expresión, contraste, tinta.
Son palabras, términos o conceptos que pueden estar relacionados a los contenidos del programa a trabajar, y que de alguna manera se podrían vincular al artículo y a su contenido.
