Elbia Pereira
Maestra
«Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.»1
Aquellos versos conmovedores, profundos y tiernos que escribió Miguel Hernández para su amigo Ramón Sijé nos traen al presente, el sufrimiento y el dolor apretados en cada alma de quienes vivieron en carne propia la desolación y la muerte que arrasó esta tierra con el golpe de Estado perpetrado por civiles y militares cuarenta y nueve años atrás, el 27 de junio de 1973.
Pero es imposible hablar del golpe de Estado sin detenernos en la admirable rebeldía del pueblo uruguayo y, especialmente, en las mil y una formas de resistencia que fueron capaces de sostener nuestros y nuestras compatriotas. Particularmente, esta fecha nos recuerda el rol fundamental que desempeñaron los trabajadores organizados, que fueron capaces de concretar una huelga general heroica que resistió el embate de aquellos militares y civiles que asaltaron el Parlamento y disolvieron las cámaras. Aquellos bandidos aún prófugos o impunes. Delincuentes que en nombre de la patria y de la orientalidad arrasaron todas y cada una de las instituciones de nuestra democracia.
A las nuevas generaciones hay que contarles la verdad y nada más que la verdad.
Ahora que los amigos de la impunidad justifican el golpe de Estado y pretenden reflotar la teoría de los dos demonios, hay que explicarles a las y los jóvenes que no hubo dos demonios, ni siquiera un demonio. Hubo un plan, un deliberado y cuidadoso plan macabro que se implementó en la región y que vino a exterminar el futuro. Por ello secuestraron, torturaron y desaparecieron a estudiantes, maestras y maestros, trabajadores y trabajadoras, atacaron sindicatos, asaltaron la Universidad de la República, quemaron libros, prohibieron canciones, obras de teatro, las y los artistas se tuvieron que exiliar para no terminar presos o muertos.
Es por esta razón, ahora que algunos pretenden reflotar la teoría de los dos demonios y reescribir la historia, que hay que plantarse firme y, con serenidad pero decididamente, decir en voz alta que el golpe de Estado no lo dio el demonio. Fueron militares y civiles cómplices, que no pagaron por sus actos de atentar contra la democracia y la vida de miles de compatriotas. Y es imposible construir una sociedad sana y libre para las nuevas generaciones, sin justicia, sin memoria y sin que se sepa la verdad.
No voy a extenderme, porque creo que esta fecha también nos debe servir para reflexionar sobre las nuevas formas en las que se lesiona la democracia. Y por ello hoy tenemos la necesidad de conversar y debatir sobre las políticas que impulsa el gobierno que, además de atacar a los sindicatos con algunas de sus acciones, está tratando de cercenar libertades.
A este gobierno no le gustan los sindicatos, ni las maestras, ni los docentes, no le gusta la poesía, ni los poetas, odia a quienes pintan margaritas en los muros. Este gobierno odia a quienes colocan la mirada tierna de Luisa Cuesta en una camiseta de fútbol, este gobierno odia a quienes cantan y bailan con tambores en las calles y hasta odia el carnaval.
El gobierno dice que vino a poner orden, que se terminó el recreo, que el Poder Judicial está infiltrado y que la Udelar es una usina de adoctrinamiento. En todo caso habría que avisarle al gobierno que hoy, como cada 27 de junio, la historia nos recuerda que no pasarán. Y que la historia los juzgará.
Por la memoria, por la verdad, por la justicia y por las nuevas generaciones, NUNCA MÁS TERRORISMO DE ESTADO Y QUE VIVA EL PUEBLO URUGUAYO.
1- HERNÁNDEZ, Miguel (1936): Poema “29” (dedicado a Ramón Sijé) en El rayo que no cesa. Madrid: Ediciones Héroe.