Ana Laura da Silva
Maestra Comunitaria.
Emma Ibarra
Maestra Comunitaria.
Cuando nos ponemos a pensar en la relación actual entre la escuela y las familias, una de las líneas de acción del Programa Maestros Comunitarios (PMC) nos invita a replantear el escenario pedagógico en uno de construcción dinámica, participativa y contextualizada. El Grupo con las familias, como dispositivo pensado para garantizar la participación, posibilita el desarrollo de una serie de estrategias que involucran a las familias en el proceso educativo de sus hijos, fortalecen su condición de referente y, en un espacio diverso y flexible, van superando la organización tradicional.
En este sentido, intervenir colectivamente y permitir el involucramiento familiar, no es más que una condición necesaria y suficiente para desarrollar el aprendizaje de los estudiantes. Un aprendizaje significativo que no solo está contenido por la preocupación y el amor a la profesión, sino también por los intereses familiares; y si bien esos intereses se diferencian en algunos aspectos, comparten una misma visión: la de educar para desarrollar competencias transversales, es decir, conocimientos, habilidades y actitudes que les permitan afrontar las aventuras de la vida.
Mediante el Grupo con las familias se configuran espacios de encuentro y reflexión sobre el rol de cada actor (docente y referente familiar), y de esa forma valorar la necesidad del trabajo conjunto para potenciar a la familia como un “aliado pedagógico” clave que dé riendas a nuevas vivencias educativas.
Etimológicamente, según Fernández (1989:29), tanto en francés como en español, el vocablo “grupo” tiene su origen en el término italiano groppo o gruppo. Esta acepción primeramente significó “nudo”, haciendo referencia a la cohesión necesaria entre los miembros del grupo, para luego pasar a representar una “reunión de personas”, es decir, una estructura circular donde fluyen las relaciones y en la que trasciende el espacio físico.
El significado de la palabra “grupo” sufrió varias modificaciones en el devenir de la historia; por eso es importante precisar y contextualizar su significado actual. Para esta autora, «...la producción del vocablo grupo es contemporánea a la formación de la subjetividad moderna y a la constitución del grupo familiar restringido» (ibid., p. 34), por lo que su advenimiento se remite al momento histórico en el cual la familia moderna comenzó a modificar las prioridades de su vida y de sus vínculos; momento en que las personas tuvieron la necesidad de producir, a través del “grupo”, las representaciones del mundo social.
Sin embargo, el simple hecho de juntarse no significa que allí se configure un grupo. Para ello, es necesario que haya algo en común entre los miembros, objetivos compartidos, enlaces y desenlaces en un determinado sistema que promueva la interacción subjetiva. Parafraseando a Fernández, el concepto de grupo debe hacer referencia a un número de personas asociadas que comparten intereses, y en él desarrollan diferentes conexiones y formas de intercambio.
«Escuela y familia son dos instituciones que cumplen con la función de transmitir intergeneracionalmente parte de la cultura, y ambas ponen a disposición saberes diferentes.» (Romano, 2015:134) A pesar de esto, no se pueden implementar modelos de intervención comunitaria que no contemplen la idea de que hay una responsabilidad compartida en el sostenimiento de las trayectorias educativas. Es imperioso reinventar el encuentro y, a partir de allí, apreciar la importancia del “grupo” en las vicisitudes de la vida familiar y escolar para diseñar dispositivos grupales que promuevan la participación consciente y específica.
«En síntesis, un grupo se inscribe en un sistema institucional dado, de la misma manera que la institución sólo vive en los grupos humanos que la constituyen.» (Fernández, 1989:115). Por esto, a través del Grupo con las familias se debe asumir un trabajo mancomunado en pos de la construcción de saberes, que dé voz a las familias y articule lo singular y lo colectivo.
En el marco del Programa Maestros Comunitarios, intervenir pedagógicamente con el Grupo con las familias implica actuar en sintonía con sus expectativas. Si se parte de la idea de que el trabajo comunitario se realiza en un plano de horizontalidad, el respeto a los saberes y el trabajo coordinado se configuran sobre la base de la confianza y la empatía.
El punto de partida es el afecto en las relaciones que se establecen, en los intereses que se evidencian, en las fortalezas que se potencian. En este escenario se les permite a las familias ser protagonistas de la educación de sus hijos y, a través de la participación, expresar maneras de ser, de sentir y de actuar en consonancia con la esencia del Programa.
Es momento de visibilizar los intereses y la preocupación familiar, así como leer entre líneas, cada actitud, cada gesto, cada palabra que demuestre la intención del amor con que se asume la tarea de participar. Si tenemos en cuenta los elementos básicos del amor que, según Fromm (1990:34) son: el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el reconocimiento, el Grupo con las familias es un dispositivo mediante el cual se comparte el arte de educar. En la escuela también se cuida responsablemente el proceso de aprendizaje y, a través del respeto a la diversidad, se diseñan modelos de enseñanza que reconozcan y respeten los saberes, que den identidad. Esa preocupación recíproca de problematizar la cotidianidad no solo implica dedicación y compromiso, sino también la promoción de nuevas situaciones que empoderen a las familias.
El modelo de aprendizaje solidario nos enmarca teóricamente para promover el desarrollo de habilidades y potencialidades que se ponen en práctica cada vez que nos enfrentamos a situaciones educativas, pero sobre todo para desarrollar competencias transversales para la vida. Cuando hablamos de competencias transversales nos referiremos al conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que una persona pone en juego a la hora de resolver un problema.
La conformación del Grupo con las familias en el PMC de esta escuela se fundamenta en uno de los modelos de solidaridad desarrollados por Aranguren Gonzalo (1997), el “Modelo de Solidaridad como Encuentro”, un modelo donde el autor nos propone reinventar “la solidaridad” desde una postura ética, como medio de crecimiento personal y colectivo, desarraigado de resultados inmediatos y consolidado en un trabajo reflexivo y procesal.
La decisión de intervenir comunitariamente a través del Grupo con las Familias se centra en la intención de conformar un espacio sustancial entre la comunidad y la escuela, para que los adultos compartan sus saberes e intereses íntimamente vinculados a la trayectoria escolar. Se motiva el desarrollo de una experiencia que favorezca el intercambio y la participación, la comunicación grupal y el trabajo emparentado de la familia con la escuela, como un marco referencial imprescindible para el desarrollo integral de los estudiantes.
El objetivo central es compartir y enriquecer las vivencias con el fin de promocionar vínculos saludables, impulsando la complicidad responsable para optimizar las competencias de todos los actores involucrados, orientando el trabajo en un proceso de implementación que genere una conciencia comunitaria.
El compromiso está en el trabajo colaborativo y en el reconocimiento del “otro”, realizando acuerdos en la resolución de problemas frente a aquellas necesidades sentidas del entorno y dando un papel especial al desarrollo de la autonomía colectiva y personal basado en el “Modelo de Prosocialidad”.
«La prosocialidad, un conjunto de comportamientos que favorecen a otras personas mientras generan relaciones recíprocas positivas...» (Eberly y Roche-Olivar, 2002:1). Por esto, dicha intervención se basa en algunas de las categorías del comportamiento del Modelo de Prosocialidad como: Ayuda verbal, Confirmación y valorización positiva del otro, Escucha profunda y Empatía.
Las competencias transversales desarrolladas se organizan en un plan de acción que valora la “Competencia social y ciudadana”, el “Aprender a aprender” y la “Autonomía e iniciativa personal”. En virtud de ello se trabaja con relación a la promoción de actitudes y comportamientos que beneficien a la comunidad y no estén al servicio propio, favorezcan el sentido de pertenencia, promuevan valores democráticos y fortalezcan el capital social.
En este ámbito de participación se está convencido de que se pueden obtener resultados positivos en colectivo, se impulsan elementos relacionados con la autonomía e iniciativa personal, el liderazgo, la resolución de problemas, entre otras competencias clave para el desarrollo personal como la competencia comunicativa, la competencia digital y el resto de las competencias básicas para el aprendizaje a lo largo de la vida.
«Los proyectos forman parte de un proceso global de promoción humana, de dinamización comunitaria en el territorio, de autogestión de los propios problemas y soluciones, de ayuda mutua y de invención de nuevas formas de profundización en la democracia de base.» (Aranguren Gonzalo, 1997:6)
La Biblioteca Solidaria es una iniciativa del CEIP, que pretende estimular a los diversos actores de la comunidad para trabajar solidariamente en la promoción y en el disfrute de la lectura. A través de este recurso se invitó a las familias a participar (en forma voluntaria), con la intención de formar equipos comunitarios de lectura que incidieran en la formación de los estudiantes.
Al comienzo, el Grupo con las familias lector tuvo una tímida participación, pero con un propósito claro que era demostrar sus intereses en la colaboración de la apertura de conocimientos y el fortalecimiento de aptitudes lectoras. En ese camino de intervención comunitaria y solidaria, el grupo se multiplicó y comprendió la importancia de dejar su huella en una práctica tan importante para la inclusión social y la transmisión de la cultura. De esa manera, madres, padres, abuelos, vecinos, maestros, interesados en integrarse con un fin común, el de leer, conformaron el grupo de Biblioteca Solidaria.
En ese recorrido se plantearon varios objetivos:
- Alentar el intercambio.
- Propiciar la autoría y la creatividad del pensamiento.
- Practicar la lectura colaborativa.
- Impulsar vivencias de lecturas educativas en un contexto lúdico que permitiera construir el sentido de leer.
Se comenzaron a generar diferentes encuentros y a planear las intervenciones por medio de varias actividades:
- La lectura de cuentos en centros educativos de la zona.
- La lectura de cuentos en las clases.
- La teatralización de cuentos.
- La preparación de un café literario en una comisión barrial.
- La lectura de cuentos junto a docentes.
- La organización de la visita de un escritor en la escuela.
Desde una perspectiva comunitaria y prosocial, se incentivó a la participación en un plano de horizontalidad, respetando saberes, fortaleciendo habilidades individuales, cultivando el trabajo colaborativo, implementando alianzas que potenciaran el desarrollo de los aprendizajes.
Los momentos y los recorridos nos permitieron generar espacios de integración, que fueron fiel reflejo de la preocupación de las familias por apoyar la tarea docente con una actividad tan importante como la lectura. El intercambio de opiniones, las sugerencias, las consultas, los acuerdos y desacuerdos dieron identidad al Grupo con las familias lector, que concluyó su intervención con una representación teatral de un cuento.
Todavía nos resta por andar. Tenemos el convencimiento de que este colectivo recién ha descubierto sus competencias transversales. Se les valora el entusiasmo, se les transmite seguridad, se les incentiva a la comunicación y al intercambio porque son familias que van confiando en sus habilidades.
El grupo le dio especificidad al recurso, el grupo le dio identidad al trabajo solidario, el grupo se alió con la escuela para cobrar visibilidad, el grupo supo considerar sus logros y dificultades para crear un espacio interactivo de disfrute y enseñanza.